20.11.08

Una experiencia ~ Leer a Beckett en voz alta

Para quien guste de hacer el intento.
(( Naturalmente, sólo surte efecto
si se lo lee como diciendo algo, como entendiendo lo que dice
y de ser posible, hasta el final )).



Para acabar aún

Para acabar aún cráneo solo en lo oscuro
lugar cerrado frente colocada sobre una tabla
para comenzar. Mucho tiempo así para empezar
el tiempo que se borra lugar seguido
de la tabla ya después. Cráneo pues para acabar
solo en la oscuridad el vacío sin cuello ni
rasgos sola la caja último lugar en lo oscuro
el vacío. Lugar de los restos donde antaño
en lo oscuro de tarde en tarde un resto relucía.
Resto de los días del día nunca una luz
como la suya tan pálida tan débil. Se vuelve
a poner pues así a hacerse todavía para acabar
aún el cráneo lugar último en lugar de apagarse.
Allí se alza por último de repente o
poco a poco y mágico un resplandor plomizo
se sostiene. Siempre un poco menos oscuro
hasta el gris final o repentinamente como en
conmutador arena gris muy lejos bajo un cielo
mismo gris y sin nubes. Cráneo lugar último
oscuridad vacío dentro fuera hasta de
pronto o poco a poco este día plomizo paralizado
al fin apenas levantado. Cielo gris sin
nubes arena gris muy lejos mucho tiempo desierto
para comenzar. Arena fin como polvo
ah pero polvo en efecto profundo para engullir
los monumentos más altivos que fue por
lo demás aquí o allá. Allí en fin mismo gris
invisible a cualquier otro ojo el expulsado
tieso de pie entre sus ruinas. Mismo gris todo
el pequeño cuerpo de la cabeza hasta los pies
hundidos por encima de los maléolos solos
los ojos claros supervivientes. Los brazos siguen
haciendo cuerpo con el tronco y una
con otra las piernas hechas para huir. Cielo
gris sin nubes polvo océano sin pliegues falsas
lejanías hasta el infinito aire de infierno
ni un soplo. Mezclados con el polvo van hundiéndose
los despojos del refugio de los que
un buen número apenas ya si afloran. Todo
primer cambio finalmente un fragmento se
desprende y cae. Caída lenta para ese algo
tan denso que se recibe como corcho en agua
y se hunde apenas. Así para acabar haciéndose
va aún el cráneo lugar último en lugar
de apagarse. Cielo gris sin nubes lejanías sin
fin aire gris sin tiempo de los ni para Dios
ni para sus enemigos. Allí aún finalmente lejanías
sin fin inesperados surgidos recortándose
sobre el gris dos enanos blancos. Primero
y por un tiempo blancura sin más captada
desde lejos en el aire gris jadean paso a paso
en el polvo gris unidos por unas parihuelas
blancas vistas también desde arriba en el aire
gris. Lentamente rozan el polvo hasta tal
punto las espaldas están encorbadas y son
largos los brazos por relación a las piernas
y se hunden los pies. Blanqueados como uno
solo mismas soledades se aparecen tanto que
el ojo los confunde. Se encuentran frente a
frente y a menudo se alternan tan bien que
por turno abren la marcha andando hacia
atrás. Al que la cierra corresponde saber el
cuidado de gobernar un poco como por pequeños
toques el timonel el esquife. Si tuerce
hacia el norte o cualquier otro punto cardinal
el otro tanto en seguida hacia las antípodas.
Si uno se detiene y el otro alrededor
de ese pivote hace girar las parihuelas doscientos
grados y ya están los papeles invertidos.
Blancura de hueso del paño visto desde
arriba y de las angarillas proa y popa y de
los enanos hasta la cima del enorme cráneo.
De tarde en tarde movidos al unísono sueltan
las parihuelas para cogerlas de nuevo en
seguida finalmente lo mismo sin tener que
bajarse. Son las angarillas para basura de irrisoria
memoria para las angarillas tres veces
más largas que la cama. Arqueando el paño
ora a proa ora a popa a merced de las permutaciones
una almohada señala el lugar de la
cabeza. En el extremo de los brazos las cuatro
manos se abren como una sola y las parihuelas
tan cercanas ya al polvo se posan
en él sin ruido. Extremidades desmesuradas
comprendiendo ahí los cráneos piernas y troncos
menudos brazos desmesurados rostros menudos.
Finalmente los pies como uno solo se
separan el izquierdo delante el derecho detrás
y el portante parte de nuevo. Polvo gris a
lo lejos bajo un cielo gris sin nubes y de repente
allí donde solo polvo posible esta blancura
que descifrar. Queda por imaginar si puede
verla el expulsado último entre sus ruinas
si jamás podrá verla y si creer que sí. Entre
él y ella a vista de pájaro el espacio no va
dis
minuyendo sino que acaba solamente de aparecer
último desierto que atravesar. Pequeño
cuerpo último estado rígido de pie como
delante entre sus ruinas silencio y fijeza de
mármol. Primerísimo cambio finalmente un
fragmento se destaca de la ruina madre y
con caída lenta hoya el polvo apenas. Polvo
que por haber tragado tanto ya no traga y
tanto peor para lo poco que aún aflora. O
solamente pesadez digestiva como antaño en
las boas a cuyo término un último bocado dejará
sitio limpio por fin. Enanos blancura
lejana venida de ninguna parte inmóvil en el
aire gris allí donde polvo sólo posible. Porte
inmemorial y soledades como uno solo
avanzan retroceden aquí y allá se detienen
vuelven a ponerse en camino. El que cara a
la marcha se detiene a veces y levanta como
puede la cabeza como para escrutar el vacío
y quién sabe corregir el rumbo. Luego nueva
partida tan suave que el ojo no la ve hasta
después partida a la buena de Dios cabeza
baja párpados cerrados. Levantado mucho
tiempo hacia los rostros horizontales el ojo
no obtiene más que dos pequeños óvalos sin
mirada aunque fije su atención y cada vez
más cerca. Remate de la bóveda ciclópea surgida
en vuelo del frente bomba blanca hacia
el cielo gris la almohadilla de habitabilidad o
amor de hogar último cambio ya finalmente
espalda al cielo el expulsado cae y queda extendido
entre sus ruinas. Pies centro cuerpo
rayo cae de un montón como cae la estatua
cada vez más rápido el espacio de un cuadrante.
Muy vivo el ojo capaz de descubrirlo
en adelante mezclado con las ruinas mezcladas
con el polvo bajo un cielo abandonado
por sus buitres. Aunque inaudible siempre
el aliento no le ha abandonado y hace estremecerse
al exhalarse una nada de polvo. Hoyos
lapislázuli de los ojos siempre que al
contrario de la muñeca la caída no ha cerrado
ni aún invadido el polvo. Ya no cuestión
en adelante que nunca tenga que creerlos
ante esta blancura a lo lejos donde polvo y
cielo se confunden. Blancura ni en tierra ni
en el cielo de los enanos como al límite de su
pesar las parihuelas depositadas atravesando
los blancos cuerpos de mármol. Ruinas silencio
fijeza de mármol pequeño cuerpo postrado
en posición de firmes órbitas abiertas con
fondo azul limpio. Como desde el tiempo de
la caída los brazos hacen cuerpo con el tronco
y una con otra las piernas hechas para
huir. Caído desde un montón con toda su
pequeña estatura rostro al frente como empujado
en la espalda por una mano amiga o
por el viento pero el aire está inmóvil. O venido
de un poso de vida al cabo de un largo
trecho a pie cae cae sin temor ya no podrás
volverte a levantar. Cráneo funerario todo va
a quedar fijado ahí como para siempre parihuelas
y enanos ruinas y pequeño cuerpo cielo
gris sin nubes polvo no pudiendo ya más
lejanías sin fin aire de infierno. Y sueño de
un recorrido por un espacio sin aquí ni otra
parte donde nunca se acercarán a ni se alejarán
de nada todos los pasos de la tierra.
Que no pues para acabar aún poco a poco
o como en el conmutador la oscuridad vuelve
a hacerse en fin esa cierta oscuridad que
sola puede cierta ceniza. Por ella que sabe
un final aún bajo un cielo misma oscuridad
sin nubes ella tierra y cielo de un final último
si debiera nunca haber uno si fuese
absolutamente necesario.

Samuel Beckett ~ Detritus (1975)

13.11.08

Comparison


Si bien es sabido que Bolaño admiraba y leía a Arquíloco, no ha dejado de sorprenderme el notar las similitudes que se encuentran (o es posible encontrar) entre los versos de uno y otro.


Aquí Arquíloco:

Soy un servidor del soberano Enialio
conocedor del amable don de las Musas

De mi lanza depende el pan que como, de mi lanza
el vino de Ismaro. Apoyado en mi lanza bebo.

No me gustan los jefes altos de paso ágil
orgullosos de sus bucles y su afeitada a contrapelo.
Prefiero uno bajito, chueco, pero bien plantado
y lleno de coraje.

Siete cayeron muertos, que alcanzamos a la carrera,
éramos mil los asesinos.

Un habitante de Sais ostenta hoy el brillante escudo
que abandoné a pesar mío junto a un florecido arbusto.
Pero salvé la vida. ¿Qué me interesa ese escudo?
Peor para él. Uno mejor me consigo.

Todo depende de los dioses: muchas veces
levantan al hombre caído en la negra tierra,
muchas veces lo voltean y hasta al mejor parado
lo tumban boca arriba: y sobrevienen entonces
las desgracias y el errar sin medios y extraviado.

Corazón, corazón, agitado por penas sin remedio,
¡resurge!, defiéndete de los malvados con tu pecho
plántate firmemente ante la emboscada de tus enemigos,
y ni, venciendo, te jactes ostentoso,
ni vencido, gimas postrado en tu morada.
Alégrate en la dicha y enójate en la desgracia,
no en exceso. Conoce el curso de la vida humana.

Aquí Bolaño:

En aquel tiempo yo tenía veinte años
y estaba loco.
Había perdido un país
pero había ganado un sueño.
Y si tenía ese sueño
lo demás no importaba.
Ni trabajar ni rezar
ni estudiar en la madrugada
junto a los perros románticos.
Y el sueño vivía en el espacio de mi espíritu.
Una habitación de madera,
en penumbras,
en uno de los pulmones del trópico.
Y a veces me volvía dentro de mí
y visitaba el sueño: estatua eternizada
en pensamientos líquidos,
un gusano blanco retorciéndose
en el amor.
Un amor desbocado.
Un sueño dentro de otro sueño.
Y la pesadilla me decía: crecerás.
Dejarás atrás las imágenes del dolor y del laberinto
y olvidarás.
Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen.
Estoy aquí, dije, con los perros románticos
Y aquí me voy a quedar.
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Poetas troyanos
ya nada de lo que podía ser vuestro
existe
Ni templos ni jardines
ni poesía
Sois libres
admirables poetas troyanos

Algo en la sencillez, en lo antiguo, en lo directo. En la sintaxis, claro.